Fue número 9° del mundo, ahora es el 442. El héroe del deporte nacional, hoy juega en campeonatos de segunda línea y casi no es noticia. Pero él quiere
seguir. "Por lo menos quiero volver a intentarlo, tener un segundo aire", insiste. Su entrenador, su familia y la fórmula de por qué, pese a todo, sigue peleando. 
Por Isabel Plant
Estamos frente a la temporada perdida de un héroe. No es primera vez que se enoja. No es la primera vez que reta a periodistas, ni que no llega a una
pelota, ni que tiene una mala racha. Lo que pasa es que esta mala racha ha durado y el héroe sigue siendo joven y atlético, pero no el joven y atlético de 24 años que se tiró al suelo en
Atenas, brazos y piernas extendidas, sabiendo que había cambiado la historia.
Desde 2008 viene prometiendo lo mismo: que este no es el final. Dijo a esta revista ese año: "Volveré a estar arriba".
No lo ha estado. No realmente.
Hoy, después de haber sido derrotado junto al equipo de Copa Davis -donde por primera vez en 13 años no fue singlista-, de otra lesión, de haber dado una conferencia de prensa furiosa
asegurando que el tenis es un deporte de hombres y que mientras más lo critiquen por sus fracasos más le pondrá huevos, se sienta en el área Vip en el aeropuerto de Santiago, jeans y
polera blanca, sus infaltables anteojos de sol, y dice, apasionado:
-Al menos quiero volver a intentarlo, tener un segundo aire.
Nicolás Massú, alguna vez número nueve del mundo, parece cansado de tanto tener que recordarnos dos medallas de oro y ya saben el resto; más respeto con el héroe de Atenas.
Parece en negación ante lo que dice el ránking y las lesiones que se suceden una tras otra en su cuerpo. Pero puede no ser negación. Puede ser sólo el cerebro Massú: convencido,
testarudo, enfocado, repetitivo, soñador. Porque pudo, piensa que va a volver a poder.
En el lugar 442° del ránking ATP, piensa que va a volver a poder.
La famosa garra
Historia conocida, la del viñamarino que pasó por los cadetes de Everton antes de que el abuelo Fried lo empujara hacia el tenis. Lo entrena desde los 11 años Nano Zuleta, quien, sentado en la terraza de Redesa, su campo de entrenamiento en Villa Alemana, dice:
-La pasión le viene por la Sonia, ella lo llevaba a los torneos, y como no entendía nada, lo único que le entregó fue amor. El Nico, ganara o
perdiera, daba lo mismo, no había presiones como con otros papás.
Y estaba la obsesión de Massú, que según Zuleta, se quedaba horas jugando frontón para practicar y que alguna vez hizo una verdadera pataleta porque tenía un partido y llovía y lo iban a
suspender, pero él quiso jugar, y molestó hasta que lo permitieron y ganó. Y su entrenador pensó que este cabro tenía pasión.
Después vino lo que vino: los entrenamientos, los partidos, dejar el colegio, ver a Marcelo Ríos llegar al número uno y pensar que se puede, comenzar a ganar torneos importantes juveniles
como Wimbledon o el US Open, en dobles. Y avanza y avanza y todos hablan de su garra, esa palabra tan de cancha, que le entrega finalmente, después de horas agónicas, dos medallas.
-Para llegar a la cima era una lucha contra el pesimismo y contra el optimismo -explica Zuleta-. Porque por un lado Nico es muy realista, cuando perdía se achacaba, empezaba a decir: "No
sirvo para esto", y yo soy enfermo de optimista, así que las discusiones eran porque todo iba a salir bien, que tal partido lo perdió por mala actitud, que tal golpe. Esos fueron los
problemas que se dieron para llegar a la cima, cosas naturales del proceso. El problema es mantenerse en la cima.
El psicólogo Gilson de Souza, quien trabajó con Massú desde los 13 años hasta entrados los 20, dice que la cabeza de Massú es especial en el mundo
del deporte.
-Nicolás tenía una particularidad que pocos deportistas tienen, un "locus de control interno": se atribuye tanto el éxito como el fracaso a sí mismo.
Es un tipo muy autoexigente, capaz de dar vuelta un resultado, y esto lo hace ser un tipo con personalidad fuerte, con creatividad para poder mantenerse con sus pensamientos e ideas. Pero
también es más propenso a la frustración: como quiere ganar, se frustra porque no logra lo que sabe hacer. Tiene un grado de motivación interna elevada, sabe que puede llegar lejos,
luchar contra la adversidad.
Después vino la cima con un par de buenos años. Y de ahí, de a poco, cayendo, cayendo, cayendo.
-El Nico -dice Zuleta- no logró hacer los cambios para recuperar lo que todavía es recuperable, que es terminar bien. Esto todo tiene que ver con la concentración. Si se abre de cabeza,
puede llegar a estar de nuevo en el top 100. Lo que hay es un cansancio producto de estar en esto, cada semana: ganar o perder.
Massú dice que lo que lo cansa de su vida son los aviones, los aeropuertos, el estar solo. Ahora, después de la derrota en Copa Davis, está a punto
de tomar un avión a un torneo en Recife, después va a dos en California, después los Panamericanos.
Pero, más allá de eso, le sigue encantando lo que hace.
-El jugar tenis, un torneo, en el club, estar con tus amigos del circuito, sentir la adrenalina, eso no cambia. Me
aburre cero. Siento la misma motivación que sentía a los 18 años, porque me encanta competir -dice.
Nicolás Massú es, antes que nada, un hombre que piensa positivo. Es su obsesión, su mantra. Es su orgullo. Y por eso se enoja cuando los demás, los periodistas, el mundo, el cuerpo, le
llevan la contra.
-Yo soy un tipo perseverante, vamos par a arriba, positivo, y escucho negativismos. Escucho, escucho, escucho. ¡Es
demasiado!
Habla sobre lo hombre que hay que ser para pararse en la cancha cuando no se está al cien por ciento, como él hoy. Que aquí es donde se mide el porte de un atleta. Dice lo que viene
diciendo hace años, que si quiere puede.
-¿No sientes que esta "garra" tuya, simplemente te ha vuelto testarudo? ¿No te cansas?
-Hubo un momento en que me lesioné una, dos, tres veces. La cuarta fue este año en el ATP de Santiago en febrero y me
bajoneó, me tomé mi tiempo. Dije, sabes qué, voy a estar tranquilo hasta que me vuelvan las ganas. Y ahí bajó mi ranking, y llegué hasta donde estoy hoy. ¡Pero yo cero preocupación!
Simplemente tenía que parar. Dije, si el ránking se me va a la cresta, que se vaya, me da lo mismo.
Parto de cero. Eso es lo que estoy buscando.
-¿Y piensas seguir intentándolo hasta cuándo?
-No me pongo fechas, no juego tenis porque tengo una pistola en la cabeza. Y no juego tenis porque necesito dinero, ni porque me
obligue mi familia, lo juego porque me gusta, y porque este es otro desafío más.
Sí dice que este año duro, tarde o temprano, traspasa el corazón massusiano.
-Cuando vas teniendo momentos más difíciles, estás más inestable mentalmente, más frágil. Eso me ha pasado el último
tiempo, con las lesiones y todo me cansé. Entraba a una cancha y si el partido iba mal, me desmotivaba súper rápido. Al contrario de lo que era yo antes, hasta la última pelota luchando,
positivo, positivo, positivo.
El psicólogo Gilson de Souza, quien trabaja con otros deportistas, dice que Massú debe concentrarse hoy en un "entrenamiento invisible", descanso,
mucho trabajo físico, elongación, buena alimentación, y preocuparse por el lado afectivo. Que lo emocional, los afectos, lo pueden sacar adelante.
Pero los afectos este año también se fueron a pique, luego de que su relación con la modelo brasilera Dayane Mello terminara. Massú hoy no quiere hablar del tema, porque no quiere mezclar
vida privada, aunque se le diga que en algún momento aparecían juntos dando entrevistas. Cercanos a Massú cuentan que su relación también lo puede haber afectado en el último tiempo;
estaban viviendo en Miami, en parte para que él viajara a torneos dentro de Estados Unidos, en parte porque Dayane también quería hacer su vida. Habían terminado, él la reconquistó,
volvieron. Pero es finalmente una mujer infinitamente hermosa, que Nicolás tenía que saber complacer. Algunos dicen que sus mejores épocas han sido en soltería, pero otros opinan que eso
fue parte de la madurez de Massú: entender la importancia de tener una relación de pareja que te afirme.
La vida en Challenger
Nico Massú juega tenis y juega tenis y juega tenis porque es lo único que sabe hacer. Al nivel que sea, como el de ahora: nivel de Challenger.
Los Challenger: el escenario secundario del circuito ATP, dónde hay tres tipos de gente: los jóvenes que en algún momento serán estrellas, los que ya aceptaron que jamás lo serán y los
que alguna vez lo fueron. Un camino de retirada, si se quiere, para los que alguna vez estuvieron en la cima. El Chino Ríos lo hizo un tiempo. Después dijo que se abría ahorrado esos
meses.
A Massú no le ha ido bien este año en estos torneos, derrota, derrota, triunfo, derrota, lesión. Es otra vida lejos del glamour del resto del ATP: casi sin prensa, ni transmisión
televisiva en directo, sin los Mercedes que lo lleven del estadio al hotel, sin las cinco cifras en premios por ganar un par de juegos.
A Massú, dice, esto no le importa.
-Lo que pasa es que soy un jugador que me adapto a la situación en que estoy. Me adapté cuando gané dos medallas de
oro y era nueve del mundo, y no podía salir a la calle sin guardaespaldas, y me adapto ahora cuando estoy en lo más bajo de mi carrera.
La decisión de Massú, de no retirarse aún, con el sueño de ir a una cuarta olimpiada como meta ideal, es apoyada por sus cercanos. Para eso necesitaría remontar de un 400 a un, digamos,
70 en el ATP. O, aún, pedir de nuevo una invitación, basado en sus hazañas previas: a Beijing ya llegó por esa vía.
-Cualquier otro jugador en su lugar ya se habría retirado -dice Stefano Massú, el hermano menor-, porque entre estar sufriendo dentro y fuera de la
cancha, o estar en su casa tranquilo y vivir de lo que hizo... Nadie se imaginaba que Nicolás estaría en el lugar que está ahora, en los torneos que juega, pero no puede caer más bajo.
Este es el hoyo más profundo del tenis, sólo le queda subir. Dan ganas a veces de decirle que para qué seguir sufriendo, pero él está con ganas y sería no creer en él. Y yo sí creo. Él
sabe lo que puede dar.
Stefano, que creció viendo al hermano héroe, dice que el tiempo de gloria se pasó rápido, que fue todo de golpe y que él ve a un Nicolás más feliz ahora en la cancha que antes, con las
presiones de salir ganando el campeonato. Que cuando fue 9, cuando fue 11, estaba más estresado que cuando fue 40. Y que volver ahora, más maduro, sería disfrutarlo todo mucho más.
Los fracasos, para un tenista como Massú, afectan en lo económico también: los premios en dinero usualmente suman menos que lo que cuestan los pasajes. La diferencia sale de los ahorros.
Aunque Nicolás asegura que la plata no es un tema, ya que está invertida, sí dice que se adapta a todo, nuevamente.
Su padre, Manuel Massú, sentado en un café de Viña del Mar, cuenta que él le manejó las finanzas y que están invertidas en propiedades. Eso le da para vivir tranquilamente, además de un
par de auspicios pequeños y la Copa Davis.
-Nicolás sabe que los ingresos no son como antes, hoy cuida más la plata -dice Manuel Massú-, se fija más en gastos, antes viajaba en business, hoy si no lo suben se va en económica,
busca algo más barato, aunque siempre cómodo. Antes tenía dos autos, vendió uno. Son detalles.
Todo por seguir intentándolo unos años más. Massú y su familia cuentan que el tenista, lo que más quiere, es no arrepentirse en el futuro de haberse retirado antes de tiempo. Porque
Nicolás lo hizo antes, Nicolás quizás pueda de nuevo.
EL FUTURO
-Te digo sinceramente, lo peor que le puede pasar a un deportista, es que mire 40 o 50 años hacia atrás, y diga, ¿por
qué no hice eso? -dice Nicolás Massú, en el aeropuerto, atrasado ya para abordar el vuelo a Recife-. Mi momento para intentar lo mío es ahora . Yo acabo de perder, y ya estoy viajando a
otro torneo, tengo que hacerme el ánimo. Imagínate si hubiera dicho: "¿Para qué ir a los Juegos Olímpicos si está Federer y Nadal?". Resulta que gané yo, y muchas veces jugué con los
mejores del mundo y les gané. Supuestamente tenía peor ránking, ¿cómo lo hice?
"Mucha gente cuando chico me criticaba, que mi revés era malo, que yo era de puro esfuerzo. Sí, claro, puro esfuerzo,
pero en 2003 fui elegido la mejor devolución del circuito. ¿Cómo lo hice? Solamente con talento no llegas a ser bueno, sólo con garra, tampoco. Es una mezcla de todo. En un momento era
uno de los jugadores más rápidos del circuito, eso es un talento; era de los que mejor devolvía, eso es un talento, la mejor mentalidad, eso es talento. Si tienes el talento del Chino
Ríos, mejor todavía, porque todo te sale fácil. Ojalá yo hubiera sumado todo lo que tengo con lo del Chino Ríos, quizás estaría todavía top 10. Pero bueno, hay jugadores que les dan unas
cosas, y a mí me dieron piernas y una mentalidad y otras cosas que a lo mejor otros no tienen".
Si la suerte no lo acompaña, o la garra, o el cuerpo, Massú siempre seguirá ligado al tenis -"Es lo único que sabe hacer", dice su padre-. Está la posibilidad de entrenar a un par de
jugadores jóvenes, seguir el legado de esta generación dorada que probablemente esté al borde de quedarse trunca.
Y la posibilidad, cada vez más cercana de hacerse cargo de Copa Davis, donde ya ejerce un rol de liderazgo gracias a su personalidad motivadora. Massú es un hombre fiel a su equipo; en la
última Copa Davis no sólo se defendió él, sino también a González, con quien habían estado distanciados. Massú no es un tipo de enemistades.
-Nosotros lo entregamos todo en la cancha y veo a Fernando llorando, y cuando perdí también lloré, subo a la
conferencia y a la primera pregunta... ¡explotas! Yo soy un tipo que sale a defender a sus amigos, soy fiel con la gente que considero amiga. Con González me llevo bien, lo que pasa es
que acá en Chile, cuando uno tiene distintas opiniones, parece que uno se peleara. No significa que no haya amistad.
El futuro, la Copa Davis, el retiro, se verá después. Su padre idealiza una gran despedida, ojalá con Mardy Fish. Sería perfecto. Pero en este minuto la vida es cancha y por eso Nicolás
Massú tiene que pasar por Policía Internacional. Antes pesca su bolso, se lo pone al hombro y se despide. Grita desde el pasillo, en broma:
-¿Cuándo sale la nota? Pon algo positivo, ¿ya?
"Dije, si el ránking se me va a la cresta, que se vaya, me da lo mismo. Parto de cero. Eso es lo que estoy buscando", señala Massú.
"Nicolás tenía una particularidad que pocos deportistas tienen, un 'locus de control interno': se atribuye tanto el éxito como el fracaso a sí mismo", dice su ex
psicólogo.
|